Amante creó al hombre, el Padre Celestial, y con el
mismo amor, imprimió el sello de pertenencia en cada hijo, concebido en el
amor, y aceptado para ser formado y educado en el seno de la santa madre
Iglesia.
Padre Dios, da a conocer su fidelidad, cuando el
hombre cegado por el pecado, se apartó del camino recto, para entregarse al
deseo de su perverso corazón, y dando rienda suelta a sus pasiones, da la espalda a su Creador, compadecido del
extravío del hombre, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo,
nacido de mujer, con el fin de rescatar a los que estaban bajo la Ley , para que así recibiéramos
nuestros derechos como hijos. (Gal. 4, 4-5)
Como Padre amoroso, provee incansable e incondicionalmente
las necesidades de sus hijos, y todo lo hace por el amor, encargándose especial
y personalmente de hacer llegar a todos, por diferentes medios y conductos, su
amor y con él toda clase de bendiciones.
La providencia
del Padre se manifiesta más específicamente al conferirnos la gracia de ser, en
su Unigénito Hijo, hijos amadísimos suyos.
Por al amor
que tiene a su Hijo, ve en su criatura a su bienamado Hijo, en quien tiene
puestas sus complacencias.
Es decir de la
misma manera que mira a Jesús, mira a todos y a cada uno de sus hijos; así como
se une a su Hijo en el Espíritu Santo, se
une a todos sus hijos comunicándoles el amor, por el cual se hace posible la
unificación del hombre con la Santa Trinidad ;
así como comparte la gloria con su Hijo, en el gozo de su Espíritu, hace
extensa esa misma gloria a los hijos
concebidos por el Amor y en el amor.
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