jueves, 23 de mayo de 2013

La Unidad Trinitaria


“Yo les enviaré, desde el Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre. Este intercesor, cuando venga, presentará mi defensa. Y ustedes también hablarán en mi favor, pues han estado conmigo desde el principio” (JN. 15, 26-27)
No podemos separar al Padre del Hijo, no podemos separar al Espíritu Santo del Padre, ni del Hijo.
En Dios hay comunión entre las tres personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Por lo tanto, toda acción la realiza en comunión íntima el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Un ejemplo sencillo puede ser útil para entender un poco más esto de la comunión de las Tres divinas personas:
Si yo quiero mover una maceta de la sala al comedor ¿podré moverla únicamente con las manos?, de ninguna manera, eso es imposible, tendrá forzosamente que intervenir todo el cuerpo, pues las manos están íntimamente unidas al cuerpo, no puedo cortarlas, realizar la acción y luego ponerlas donde estaban.
Algo parecido ocurre con las tres personas divinas, al Padre se le atribuye la creación, al Hijo la redención y al Espíritu Santo la santificación, pero los tres intervienen en toda acción. Por la comunión trinitaria es imposible separarlos en el momento de la acción, todo acto lo realiza Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Desde nuestro bautismo fuimos marcados con el sello de pertenencia a las tres divinas personas.
Yo te bautizo en el nombre del Padre…
Desde ese momento somos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo, templos y amigos del Espíritu Santo, por tanto, herederos de cielo.
Este regalo incomparable que recibimos en el bautismo nos da la gracia y la posibilidad de ser familiares de Dios.

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